11 diciembre 2009

Ingravidez




Búscame donde aniden golondrinas,
donde el Señor no juzgue malos o buenos,
y cuando tu beso no sea de despedida,
búscame con cuidao en una iglesia de tu pueblo.


A clavel huele tu mirada, a cementerio,
¡cómo pasa el tiempo, y para nada!
Que en este día me ahoga mi lamento
y este puto viento que me ha dejao este vacío...


Por el Cielo va caminando, en lo alto de una nube,
mi poesía con tu vestido de silencio;
y tu amor, repartido, que todo el mar no cubre,
sobre un barco de papel izó mi lienzo.


Te has propuesto fastidiarme
cuando más a gusto estaba,
en tu recuerdo he de esperarme
a la oportunidad que en esta vida me faltaba.


Y para no ser un absurdo,
viviré a mi manera
la vida, como un loco, en este mundo
hasta que me la arranque esta pena.

05 diciembre 2009

Por si no lo sabías




“Esta es la historia de un sábado, de no importa qué mes…”

¿Te suena, verdad? Inevitablemente, la historia es un drama bastante triste… Bueno, triste y cruel e idiota e impredecible. Ella es también casi todas esas cosas, menos triste. Aunque no puedo empezar lo que no ha terminado, y por eso, esta vez, no os voy a contar la historia… Esta vez, tú vas a ser ella, y me vas a escuchar. Escuchas todo lo que te tengo que decir y te callas y te vas, porque eso es lo que necesito que hagas.

Te odio. Desde el fondo de mi corazón, te odio profundamente, y esto me pasa desde poco después de que me abandonaras. No puedo fingir que todo está bien porque te veo y tú no finges bien, y a mi no se me da muy bien mentir, y por eso me callo (aunque tampoco dices nada).

Tus ojos… una batalla perdida en la que el olvido sale tan mal parado como yo, y me preguntas si me duele, ¡y yo que no te puedo contestar si sí o si no! Y tus ojos no se cruzan con los míos, pues sí, sí que duele.

Me encantaría saber que te carcomes por dentro cuando estás en tu habitación y ningún abrazo puede calmar esa soledad, ni la almohada, y esa angustia de pensar que has perdido algo por subnormal... Por no confiar en mi. Si sufres, sabes bien que te lo mereces. Puede que no llegue nunca el día, hoy por ti y por mi, mañana por ti, o por mi.

Y no quiero compartir tumba contigo, ni sábanas, más que eso vale mi fe. No te voy a regalar una canción, ni mi amor; pero si estás también en este laberinto, te haré saber a gritos, arriesgándome, dónde vi por última vez al minotauro, para que sepas que yo también pienso en ti, hecho añicos.


.