22 noviembre 2008

Con el alma al aire


Mi infancia fue dura...pero me ha servido para madurar.
La Navidad no me hace excesiva ilusión.
Me hace feliz sacarles una sonrisa a mis amigos.
No suelo dormir más de 6 horas.
Soy paciente y, a veces, demasiado.
La cocina no se me da tan mal.
Para relajarme, necesito mi música, conducir y jugar a baloncesto.
No soy egoísta, aunque a veces me gustaría pecar de ello.
Tengo la manía de verlo todo de forma positiva.
Canto en todos lados, aunque siempre sin gente delante.
Daría mi vida por dos personas, aunque todo puede cambiar.
He cometido muchos errores en mi vida, aunque en muchos volvería a caer.
Tengo la suerte de estudiar algo que me llena.
Mis buenos amigos los cuento con una mano y sobran dedos.
Ahora sé que las personas no son buenas por naturaleza.
Guardo en mi mochila un abrazo para quien lo necesite.
Al parecer, soy alguien de confianza [O eso dicen...]
Nunca me gustó la violencia.
Soy feliz si hago felices a los demás, no buscando mi propio bien.
La política no está nunca entre mis temas a tratar.
La mejor parte de mi vida la viví fuera de España.
Me he enamorado solo una vez, pero no me atreví a decírselo.
Busco cosas que se que no encontraré.
Mi vida no es interesante, pero tampoco es un desastre.
No tengo vergüenza por equivocarme y pedir perdón, todos nos equivocamos alguna vez.
Mis aventuras más lejanas y entrañables han salido de las páginas de algún libro.
Me ilusiono con rapidez, por intentar ver la vida mejor de lo que es.
Ahora me enfrento a mis problemas y no trato de esconderlos bajo tierra.
Me cuesta confiar en mí, pero poco a poco lo voy consiguiendo.
Mi religión: La bondad.
Afortunadamente, la hipocresía no está entre mis dones.
Aborrezco la insensible sinceridad de los espejos.
Puede derrumbarse mi mundo, pero llevo tatuada una sonrisa eterna.
Suspiro porque un día, las cosas me vayan mejor.
Tengo una familia de la cual muchos estarían orgullosos. Yo, también.
Busco la felicidad desde que abrí los ojos y sé que aún me queda un largo camino.
Las casualidades existen, y el destino existe solo para unos pocos.
No fumo, ni bebo, pero cuando salgo me divierto igual que los demás.
He cometido pocas estupideces, pero estoy seguro de que me quedan muchas más por hacer.
En horas bajas, no encuentro consuelo en nada ni en nadie.
Tengo la capacidad de saber escuchar, aunque no estoy tan seguro de poseerla a todas horas.
He mentido para no hacer daño, y he hecho daño por no querer mentir.
Soy adicto a los niños chicos. Es mi droga hacia la felicidad.
Creo que sé amar, pero espero no aprender nunca a odiar.
Somos humanos y tenemos que arrepentirnos. Las segundas oportunidades son una rendición ocasional que necesitamos.
No existen las amistades a medias. Un amigo lo es...o no lo es.
Hay personas que están lejos que las necesito cerca, y personas a mi lado que me gustaría que desapareciesen del globo.
Lo doy todo por mi gente, no me gusta dejar nada en el tintero.
No soy un ejemplo para nadie, así que no me imiten.
Odio hablar en público, pero escribir me desestresa.

No soy valiente, pero tampoco un cobarde.
Tuve la valentía de abrir mi corazón.

No huiré a las críticas sobre mi persona.

18 noviembre 2008

La (mala) educación



Fue una noche de otoño, cuando se me rompió el espejo del alma y la luz atravesó la fina superficie que me aislaba el corazón del frío, y dolió. Sangró el aire, cortado, que respiré y bebí su sangre fría, y fue en mi pecho, cálido, donde se metastaseó la herida.


“Debes pensar que soy una puta”


En ese momento, la incomprensión que me produjo su inocencia hizo que me percatara de su mala educación, no era una maleducada, pero sí estaba mal educada.


“No”


Sincero e incrédulo, esperé que sonriera tras la negación a tan absurda conclusión, pero no lo hizo, en lugar de eso, agachó la cabeza. No bromeaba, tal vez hizo realidad alguna de sus perversiones más profundas y reprimidas cuando practicaba sexo conmigo, y se sintió mal por ello. Estoy seguro de que tenía algo que ver que estuviera enamorada de mi, y que quizá ese fuera el motivo por el que le afectaba tanto lo que yo pensara de ella.

El amor es tener miedo, algunas veces.


“Yo soy un golfo, no pretendo que tú seas una Santa”


Era un comentario radical –aunque también pretendí ser gracioso –, pero es verdad que en ciertas ocasiones hace falta una acción o una postura radical para motivar un cambio de pensamiento, y más cuando se trata de pensamientos retrógrados. También hay que tener cuidado con esa postura radical, y saber exponerla para que pueda ser bien recibida, entendida y madurada. En este caso, intenté desinhibir drásticamente las fuerzas que sujetaban su libertad sexual para convencerla de que sus deseos y los míos derivaban en un objetivo común: dar, recibir y compartir nuestro placer. Ni sus deseos debían pesar más que los míos ni al contrario, me costó creer que aún hubiese mujeres con tan alto grado de desconocimiento y esa estúpida culpa inquietante que no te deja ser tú mismo, o tú misma en este caso, por miedo a lo que piensen los demás.

La culpa es de la mala educación.


“No eres ninguna puta”


Levantó la cabeza, y mientras yo recordaba las palabras de una gran amiga, que me regañó varias veces por llamar así a una ex que mucho tiempo atrás hubo de herirme a cuchillo en el alma. “Es una puta”, decía yo, pero mi amiga insistía en recordarme irónicamente lo que el término puta significaba. En aquel momento no encontraba ninguna relación entre mi exnovia y esta chica, a una la tomaba yo por puta y esta se llamó puta a sí misma, y la verdad es que ninguna de las dos lo era, ni siquiera abusando del significado del término, no tenían nada que ver. De nuevo culpa de la mala educación. En ese instante, sentí parte de mi responsabilidad por haber promovido ese sexismo social –donde la mujer que vive libremente su sexualidad es una puta y el hombre que lo hace es simplemente porque es lo que se espera de él , ¿no? –, la excusa era que en el momento en que me hirieron estaba muy enfadado.

De nada sirven las excusas.


“Me da vergüenza lo que puedas pensar de mi”


Se sonrojó otra vez y volvió a agachar la cabeza. Sentí que debía hacer notar la diferencia que existe entre los hechos y las palabras, y entonces le dije


“¿Por qué no probamos a hacerlo de nuevo? Pero esta vez, me vas a decir qué es lo que te gusta de verdad, y yo te voy a hablar también de lo que me gusta a mi”


“Me pone nerviosa hablar de…”


“… de…”


“Ya sabes”


“Pues ve haciéndolo con calma”


Poco a poco, se fue explicando, y confesó no saber muy bien qué era lo que le gustaba. Sólo definió un par de fantasías, muy pocas, la verdad, lo que me llevó a pensar que ni siquiera se conocía lo suficiente como para disfrutar plenamente de su sexo, y mucho menos se había parado a fantasear con lo que le gustaría proponer durante una relación sexual.


Con el tiempo, la cosa iba mejorando y en unos días, sentí batir torpes pero graciosas las alas de su libertad, y fue entonces, cuando esa niña no se conformó y empezó a mirar por primera vez también en ella misma, cuando acabó mirando más que nunca por mi, por los dos.




[Para Cristina, gracias por tus palabras, tu sensibilidad, tu tiempo y tu luz]



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13 noviembre 2008

Esto queda pendiente



Siento tener que decirte, amigo mío, que esta noche no va a ser casualidad que ella y yo acabemos rodando por el piso, ella quiere que pase y yo no voy evitar que ocurra, esta noche es distinta que la primera noche.


No me mires más así, que ya he pagado por adelantado todo el castigo que merezco y ella… no pienses, bien ni mal, no pienses nada de ella, que bien está lo que bien acaba, y muchas veces el pasado conviene encerrarlo en un baúl sin memoria donde los sentimientos hallen allí la muerte o el olvido.


Entiendo por qué me clavas ese odio pese a la sinceridad con la que te estoy hablando, pero no debería dolerte tanto esta extraña mueca de felicidad que se dibuja en mis labios. Tengo marcas de sus miradas en mis pupilas, su pulsera perfumada en la muñeca, su esencia aún en mi vientre y la barbilla mojada con saliva del mar del paraíso. Su nombre me recuerda antiguas citas bíblicas de cómo pensó Dios en hacer el mejor regalo para el hombre, ella es aquella mujer que se acercó por primera vez con su enagua al árbol donde se rompía lo prohibido, y donde yo me aupé para bajarle la manzana que habíamos dispuesto comernos a medias.


(…)


Quizás, sólo quizás, hubiera sido mejor hablarte de ella como un simple capricho, suyo y mío, y yo enloquecer por pensar en lo que puede estar pasando, pero la conoces a ella más que a mí, y de mi lo sabes todo. Y te conozco, me perdonarás porque me lo debes, pero no lo vas a olvidar, y yo te miento si te digo que no sé... qué me duele más.





[Para Juan, por sus valiosísimas ideas]


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05 noviembre 2008

Saliendo a flote


Querido Loo:

Tenía tantas cosas por decirte... pero mi vida está pasando por un momento de altibajos.

Gasto cada día de mi vida en la misma rutina: Autobús, facultad, entrenamientos...y vuelta a casa.

Pero hoy veo las cosas de forma diferente.

El autobús no es solo un ataúd de almas en espera de llegar a su destino. Es un lugar donde poder escuchar experiencias de otras personas, o los relatos de los cambios a través de una voz anciana.

Los tiempos muertos en la facultad se pueden disfrutar ahora con la compañía de gente nueva y desayunando al aire libre con amigas en busca de noticias frescas.

Los entrenamientos se hacen más amenos con la llegada de los partidos los fines de semana.

Pero si te soy sincero...echo de menos a una chica en especial.

Aún no se qué le pasó, pero se ha perdido y extraño nuestras conversaciones absurdas a las tantas de la noche.

No se si llegará a leer esta carta, pero espero que tú puedas decirle que aún estoy dispuesto a ofrecerle mi tiempo, para divertirnos o llorar juntos; en resumen, le ofrezco mi amistad.

Gracias por escucharme un rato. Estoy mejor y prometo seguir hacia adelante.

A. García.