16 agosto 2010

Las tardes de Agosto me las paso recordando.


Heroes Del Silencio – Agosto

Sus labios húmedos besaban cada centímetro de la piel de su compañero, recorrían cada tramo con suave deleite, desde los hombros hasta las piernas, dejando un hilo de saliva que soplaba para ver cómo se le erizaba la piel. Mientras, él se retorcía en el sofá y ella le agarraba fuerte de las muñecas para que no se moviera, a duras penas podía resistir la tentación de devorarla viva.

- No te muevas.

- No... Puedo...

-¡Shh...!

Una de sus manos se desprendió de sus muñecas, se las llevó lentamente a la boca, se lamió dos dedos y empezó a acariciar el pecho del muchacho que, paralizado, cerró los ojos de pura intensidad; sus pies, arañando el suelo; sus manos, incomprensiblemente quietas; todo entero él, temblando. De repente, un suave pellizco en un punto débil y...

- ¿Por qué? (...)

Gemía.

- No mires, o pararé.

Ella sonrió mientras él cerraba los ojos lentamente, sumiso, apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá. "¡Santo Dios...!", pensó.


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26 julio 2010

Rompiendo las reglas [4]


Amanece nublado y con aires de lluvia.

Carmen se levanta y desayuna en la terraza de su habitación.
Una preciosa vista de toda la ciudad le daba los buenos días y una brisa ligeramente templada hacía del día, pese a las nubes, una mañana agradable.

Cuando terminó, se dio una ducha y se arregló. Tenía una "cita a ciegas" en unos minutos.

- ¡Buenos días señorita! - saludaba Antonio con una amplia sonrisa.

- Más que buenos... intrigantes diría yo.

- ¿Por qué intrigantes, Srta. Keller?

- Ya... ya te contaré luego. ¿A qué hora terminas de trabajar? Me gustaría poder tomar algo esta noche.

- Pues a eso de las 11 de la noche - respondió sorprendido por la invitación.

- Entonces nos veremos luego...

La plaza donde tenía lugar la cita estaba a menos de 5 minutos desde el hotel, así que aprovechó mientras iba de camino para echarle un vistazo a las tiendas de la zona: Cartier, Gucci, Bang&Olufsen...

También vio una tienda que le sacó una pequeña sonrisa, la tienda donde iba con su madre todas las semanas simplemente a mirar qué habían traído nuevo: la 'Disney Store'. Restándole importancia a aquel encuentro, se adentró y echó un vistazo a la tienda. No era la de su ciudad, pero parecía la misma.
Peluches de los cuentos infantiles que ha visto cientos de veces, juguetes, toallas y, sobre todo, su pequeña afición desde que era una niña: las tazas.
Quería comprar una, pero decidió comprarla a la vuelta, no sabía qué o quién le estaba esperando en aquella plaza.

Al salir, prosiguió su camino hacia la plaza. Cuando llegó al lugar, apenas había un par de mesas ocupadas, así que se sentó en una mesa a esperar.

Pasaban los minutos y nadie llegaba. Pidió un Cosmopolitan para acortar la espera.
10 minutos más tarde se acercó a la mesa una chica joven, con vaqueros y una camisa blanca de manga corta. Falsa alarma, solo quería saber qué hora era.

Carmen se cansó de esperar, así que pidió la cuenta, pagó y se fue.

Esta vez quiso volver al hotel por un camino diferente, por una zona menos lujosa. Por las calles, anuncios de conciertos pegados por las paredes [María Villalón, Meridiana53, DJ Krayz...], tiendas llenas de gente joven y callejuelas donde era fácil perderse. Aquello parecía ser el barrio universitario o algo así. Ciertamente, le recordaba al barrio Latino, donde estuvo viviendo unos meses con su padre cuando era niña.

Al pasar junto a uno de los callejones, un tirón hacia atrás cogida por su espalda la pilló por sorpresa y casi la tira al suelo.
A simple vista, una mujer de unos veintilargos, de pelo castaño y mechas pelirrojas, con media melena, falda lápiz y unos zapatos de punta abierta y tacón alto.
Segundos después, tras un incómodo silencio en el que Carmen trataba de reconocer a aquella chica, cayó en la cuenta de quién era.

Cristina Godoy.

- Siento el retraso Carmen. Iba a llegar, pero se me olvidó que tenía que ir a recoger un par de cosas. ¿Sabes quién soy?

- ¡Cómo olvidarte Cristina! Sabes que esos ojos los reconocería en cualquier parte del mundo... ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Y por qué me estabas buscando?

- Vamos a buscar algún sitio más tranquilo para hablar. Tengo muchas cosas que contarte...

- ¿Qué te parece si vamos a mi hotel? Estoy en la suite del último piso y la vista desde allí es asombrosa, puedes ver toda la ciudad.

- Vale, perfecto, vamos allí entonces.

Por el camino, Carmen y Cristina fueron recordando aquellos años de juergas estudiantiles y ligues famosos de una sola noche. Llevaban sin verse más de cinco años, pero no tardaron en saber los últimos pasos dentro de sus ajetreadas vidas.

Llegaron al hotel, saludaron a Antonio y subieron al ascensor. Última planta. Piso 16.

Salieron del ascensor y vieron algo en la puerta de la habitación, aunque estaban lejos como para saber qué era.
Anduvieron el largo pasillo que hay hasta llegar a la puerta y, una vez junto a la puerta, sobresaltadas por aquello, se miraron entre ellas.

Había un cuchillo clavado en la puerta. Sostenía una cineraria morada y un mensaje:

'Cuidado por dónde vas. La próxima, no tendrás tanta suerte'.

Felicidades princesita.
Gracias por ser tú, por alegrarme cada mañana.

14 julio 2010

Rompiendo las reglas [3]


Conforme pasan los minutos, la tensión va en aumento.


No llegaba a convertirse en una persecución a toda velocidad, como las que aparecen en las películas, pero era persistente, siempre pegados el uno al otro.

Tras varios intentos de fuga y más de una hora tratando de despistarlo de alguna manera sin encontrar la forma, un amplio grupo de niños que iban de excursión facilitó la huida.


- ¡Putos mocosos! ¡Venga rápido, joder!


Mientras aquel desconocido con el maletín se impacientaba por segundos, el taxi de Carmen se perdía entre las estrechas calles de aquella nueva ciudad...

Una vez más calmado el ambiente, llegaron a su destino.


- Señorita, bienvenida al Four Seasons. ¿Me permite su equipaje? - pronunciaba el botones del hotel tras abrirle la puerta del taxi


- Muchas gracias... - respondió mientras trataba de leer su nombre.


- Antonio, señorita, aunque usted puede llamarme Antonio - bromeó el botones y los dos se rieron.


Carmen era una chica curiosa y le gustaba conocer a las personas, sus nombres, sus anécdotas, sus vidas...

De hecho, antes de llegar a recepción, estuvo charlando un rato con aquel chico.

Pese a esta curiosidad innata, a ella siempre le gustaba escuchar en las conversaciones, no era una mujer muy habladora.


- Bienvenida al Four Seasons señorita. ¿En qué puedo ayudarla?


- Buenas. Quisiera una suite. Es para una estancia temporal, así que no sé exactamente cuántos días estaré.


- No se preocupe. Será atendida perfectamente durante el tiempo que se hospede en nuestro hotel. ¿Me permite alguna identificación?


- Sí claro, un segundo - contesta mientras trata de encontrar su pasaporte en el bolso.


- Carmen Keller. ¿Viene usted desde España?


- Sí, ¿por qué?


- Me han dejado hace unos minutos una carta para usted. Tómela.


Carmen coge el sobre y lo guarda en la maleta. Ya lo abrirá cuando suba a su habitación.


- Habitación 1631. Último piso. Que tenga una buena estancia, señorita Keller.


Toma el ascensor y sube a su habitación. Abre la puerta y se encuentra con una habitación rodeada de lujos: un piano, una chimenea, una pequeña biblioteca...


- Casi como en casa - pensó para sí.


Una vez acomodada y con la maleta guardada, se dispuso a abrir el sobre que le entregaron abajo en recepción. No tenía remitente ni nada que pudiera identificar al que la envió. La carta decía lo siguiente:


"Nos vemos mañana a las 12 en la cafetería que hay junto a la plaza. No faltes. Es importante".


Pensativa y dándole vueltas a la cabeza, Carmen trató de conciliar algo de sueño, puesto que el día había sido demasiado largo y aún le quedaban muchos días por delante...


Gracias. A todos. Me sentí especial por un día.

05 julio 2010

Antes de ti




"...Para contarte
que quisiera ser un perro y oliscarte,
vivir como animal, que no se altera,
tumbado al sol, lamiéndose la breva.
Sin la necesidad de preguntarse
si vengativos dioses nos condenarán.
Si 'por Tutatis',
el cielo sobre nuestras cabezas caerá..."




Es muy difícil encontrar alguien con quien dormir cuando uno está solo, sobre todo cuando odia estar solo, pero más difícil es para aquel que lo que odia realmente es estar con alguien, para una persona así encontrar a una compañera con quien dormir, o querer dormir, es algo extravagante, atrevido, inesperado, rojo, frío y caliente, un poco de invierno y un poco de verano, es algo bonito, más o menos.


A mi corazón lo tenía antes al pobre en un horno, envuelto en papel de plata. Era una locura tratarlo como yo lo hacía y encerrarlo donde estaba. "Algún día de estos se me va a escapar", eso pensaba, y ahora, mira por donde, me entero que cuando vas por la calle se te van cayendo trocitos de mi, mientras te lo vas comiendo; y yo a menudo vacío el cajón, pero no hay cajas donde guardar cartas o besos, ni cartas sueltas ni besos sin cajas, no hay nada tuyo entre mis cosas, aún.


Ahora voy a pedir un deseo, para que por pedir no quede, pediré que duermas esta noche conmigo, pero tú eh. Vamos a dormir juntos, pecho con pecho, muy pegados; frente con frente, más pegados; labios con labios, tan pegados... Que cuando tu sueño y el mío, a ritmo del 'tun tun' se coordinen, sean el mismo sueño y cuando nuestros ojos, súper pegados, se abran (y no sé cómo), distingamos en la oscuridad los mismos colores y digamos las mismas palabras, sin decir nada.


Bueno, supongo que o se hace realidad y me quedan dos deseos más, o tú no eres "genial" y me voy a mi cama a seguir soñando solo, soñaré que seguimos hablando, en nuestros mundos de realidad y sueño, con un pie en cada uno. Imaginaré que me dices tu nombre sin oírlo y te pediré por favor que hables, que hables como siempre, sin parar.



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30 junio 2010

Rompiendo las reglas [2]


Brillaba la Luna, acompañada de nubes blancas simulando trocitos de algodón.


Asomada a la ventana del avión, Carmen se mantenía despierta intentado encontrar el siguiente paso dentro de su nuevo destino. Pero era tarde y sus piernas mendigaban un descanso ya merecido.


Minutos más tarde, cuando el sueño ya se estaba apoderando del ambiente, suena el teléfono. Sobresaltada y asustada, pues nadie conocía su destino, responde a la llamada:


- ¿Diga? - pregunta con voz quebradiza

- ¿Carmen? ¿Carmen Keller?

- No, lo siento, no soy yo.

- Sé que eres tú. No me mientas. Sabía dónde encontrarte.

- ¿Quién eres? ¿Por qué sabías donde encontrarme? Voy a colgar...

- ¡Espera! No sé si me recordarás. Soy Cristina, fuimos compañeras en el colegio. ¿Sabes quién?

- Cristina, Cristina... ¿Cristina Godoy?

- Disculpe señorita, tiene usted que apagar su teléfono móvil.

- ¿Cristina? ¿Sigues ahí?

- Pi...

- Ha colgado... ¡Y encima llamó desde un número privado! Ya me llamará después... o eso espero.


El piloto aterriza. Llegan con cierto retraso debido a una escala obligatoria para llegar a su lugar de destino. Recoge su equipaje y sale a buscar una parada de taxis. La divisa al final de la calle, aunque hay que andar unos 500 metros.

Mientras recorre a paso ligero el camino, nota como un hombre corpulento y ataviado con gafas oscuras y maletín le sigue los pasos.


Acelera el paso y aquel desconocido aumenta también su velocidad. En cuanto Carmen llega al primer taxi, se sube corriendo y con voz nerviosa y casi trabando palabras, consigue indicarle al conductor que conduzca rápido, ya dirá ella cuando ha de parar.


Apenas unos segundos después, y recordando lo que sucedió allí afuera, se iniciaba una persecución por las afueras de una ciudad que, sin apenas haberla pisado, ya se había convertido en una pesadilla...

25 junio 2010

¿Dónde estás?


"Vuelve, que te espero donde siempre... Sé que queda un poco suicida pero... No me canso de esperarte. Anoche me acordé de ti cuando se derretía en mi lengua el último cuadradito de chocolate que quedaba en la nevera, y al medio día, cuando me bebí el último sorbo de coca cola antes de terminar de comer. Entre dulce y amargo se debate tu recuerdo, cortito, y no me gusta ni mirar tus fotos porque te echo más de menos y me acabo preguntando ¿dónde estarás que no te veo? Ni te oigo, tampoco. ¡Vaya vida de perros! algunos, cuando piensan en ti, se acordarán de lo que quieran y yo sólo me acuerdo de lo que puedo, porque yo ni... Ni te he visto, pero sé que no es mentira, porque si tú no eres de verdad, no encontraré nada en este mundo que lo sea. Si pudiera, te olvidaba, pero no puedo. Tú me enseñas que se puede querer aquello que no ves. Tú, por tu parte, te habrás preguntado qué hago yo... Pues en realidad nada, no hago nada, sólo estudiar. Está claro que no todos tenemos lo que queremos, es más, casi todos queremos lo que no tenemos, pero tú no eres así. Por eso no somos iguales, tú lees lo que te gusta y yo siempre escribo, escribo lo que no me gusta. Y no es casualidad, ese cosquilleo que retumba desde el corazón hasta el suelo cuando deshojas margaritas 'sí', 'no', 'si'... Ahm, espera espera, se me había olvidado que tú ya no deshojas margaritas por miedo... Miedo a que te digan todas que sí."


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22 junio 2010

Rompiendo las reglas [1]


Ha roto a llorar.
La lluvia no cesa y las gotas se camuflan entre las lágrimas cristalinas de sus mejillas.

Era un paso difícil. Estaba rompiendo todos los esquemas de su vida para empezar de nuevo y, esta vez, no se iba a quedar en un intento.
Carmen tardó dos horas más en levantarse de aquel lugar, pero lo hizo dispuesta a cambiar el destino que le había tocado.

Eran las 3 de la mañana cuando se disponía a abrir su casa. Aún con los ojos llorosos, entró, cogió su maleta, un par de jerséis y llamó a un taxi.
Salió de su casa sin mirar atrás, no quería recordar nada más de aquellos días.

-¿Donde la llevo, señorita?
-Al aeropuerto, lo más rápido que pueda.

Era de madrugada. No había nadie en la calle, y para disgusto del taxista, tampoco en la radio, por lo que la conversación era lo único disponible.

- No he podido evitar observar esos ojos tan bonitos y llorosos. ¿Que pasó? ¿Problemas con su chico?
- Déjelo. No estoy de humor ahora mismo. Y sí, siempre es el tonto ese. Aunque esta vez fue la última...

La conversación prosiguió hasta la llegada al aeropuerto.

-¿Cuánto es?
- Nada mujer, no se preocupe. A esta invito yo. Váyase y alegre esa cara dondequiera que vaya finalmente.
- Gracias. No era necesario, pero se lo agradezco. Le dejo, quiero tomar el primer vuelo. Adiós.

Bajaba del taxi. Aquella mujer era todo pasión. Morena, alta y destilando fuerza a cada paso. Sonreía, pues se sabía vencedora en esta última batalla.
Llegó a la taquilla y pidió billete en primera clase para el siguiente vuelo, fuera donde fuese.

20 minutos más tarde, ya se encontraba sentada rumbo a su nuevo destino...

[Continuará...]

16 junio 2010

Amore, fai presto, io non resisto


Ornella Vanoni – L'Appuntamento


Todos los viernes íbamos juntos a cenar, era una vieja costumbre. Cuando Fran y yo volvíamos a casa íbamos hablando cosas. A menudo, nos gustaba recordar lo que habíamos hecho. Nos encantaba fantasear con aquello.

Pero yo estaba harto de estar parado, nos habíamos quedado aquí con 'todo' y nadie sabía nada. A él le asustaba que yo bromeara con "volver". La cosa era tan perfecta que daba asco, estar... Así, sin huir de nada nunca. La policía no nos buscaba, y yo dudaba que nadie fuera capaz de hacerlo. Después de semanas planeando un trabajito nuevo de un viejo conocido, de los pocos que quedaban. Una noche no aguanté más, y entrando al coche, se lo confesé:

Esto no es para mí.
¿Qué dices? (Se rió).
...
Pero, ¿no te referirás a...? (Su gesto se torció, agachó la cabeza y empezó a gritar) ¡Mierda! No puedes estar hablando en serio.
¿Por qué no?

(Silencio)

Sabía que esto ocurriría. ¿Pero, y ella?
Vendrá con nosotros.
¿Cómo sabes eso? Eres... Pero, ¿cómo puedes? Tuvimos suerte, tú... Tú lo sabes.
Lo sé, Fran. Pero es que...
Cállate ¿Y qué hago yo con...?
Lo que quieras, si quieren venirse con nosotros, no hay problema.
¡Maldición, sí que lo hay! Yo no soy como tú. Tú sólo piensas en ti. Yo no puedo hacer esto.
No te estoy obligando a hacerlo.
No me jodas, ¿quién ha sido?
Eso da igual. ¿Estamos juntos o no?
Lo siento, [después de pensarlo un poco, dijo] no.
De acuerdo, pues entonces le diré que no vamos a hacerlo. Ya está.
¿Y tú? ¿Seguro que no hay problema?
Estamos juntos. No te preocupes, lo entenderá. Aunque parecía muy interesado en conseguir...
No me quiero enterar, yo... Dile que lo sentimos, que no. Es lo mejor, créeme, por favor.
Ya.

Lo dejé en su casa y me fui para la mía, convencido de que tenía razón, pero yo sólo quería llegar a mi despacho y ponerme a leer algo. Antes de coger el ascensor, llamé al viejo y le dije que no íbamos a hacerlo. "No sabes cuánto lo lamento", me contestó y colgó. Justo después, una llamada entrante.

¿Cariño?
Sí, dime.
—¿Has terminado ya?
—Estoy llegando a casa.
—¡Ay...! Vente para la mía mejor.
—No estoy de muy buen humor, mañana por la mañana mejor.
—Si vienes, te espera una sorpresa de las que a ti te gustan. Date prisa, que no quiero esperar más, ¿vale?
—Te he...

Sonó un portazo al otro lado del teléfono, oí cómo el móvil se cayó al suelo. Después, escuché muchos gritos y algunos golpes. Corrí hacia el coche. Me subí en apenas un segundo y mientras aceleraba, como si me fuese la vida, llamé a Fran.

La han cogido a ella.
Mierda...
—Ya sabes lo que tienes que hacer. Coge a los niños y vete.
—Vale. ¿Estarás bien?
—Claro, no me cogerán. [Dije, intentando parecer seguro].
—Nos vemos en una hora detrás de la fuente de la plaza del "Cloe".
—Si no estoy allí, vete. [Le contesté, con tono de advertencia].
—¿Tú dónde vas ahora?

Y colgué. Sabía que lo entendería, que por el bien de los críos escogería la respuesta acertada, y así lo hizo. Llegué a mi destino. Abro la guantera mientras me voy acordando de todo lo que ha pasado esta noche y cojo lo necesario. Subo las escaleras de tres en tres con una pipa en cada mano. La puerta del piso está entreabierta. "Esto es un suicidio", pienso, antes de darle una patada a la puerta.


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